Por: Ayda Luisa Córdoba Mosquera
Después
de intentos fallidos en donde pudo más el qué dirá de mi núcleo más cercano,
cuya opinión finalmente es la que necesito, tomé la decisión de mutar el estilo
natural de mi cabello hacia las dreadlocks o rastas, como la percepción
colectiva suele llamarlas.
No
fue fácil, debo reconocerlo pues muchas dudas llegaron a mi mente provenientes
del mundo de la inseguridad, ese que no te permite conectarte con tu ser, con
tu alma, por estar íntimamente ligado al fuero externo. Tampoco lo fue porque
tenía poca información para tomar esta decisión, sólo la que proporcionan los
tutoriales de youtube, aunque la fuente de motivación real fue la experiencia
de amigos y conocidos que expresaban su orgullo a través de sus dreads y su
estilo de vida.
Construir,
esculpir, moldear, ensayar, estudiar, desistir y persistir fueron algunos de
los verbos que acompañaron el proceso inicial que como siempre emprendí sola,
en la intimidad de mi hogar. El día que comencé lo único que tenía claro es que
lograría mis dreads (el género aún lo desconozco), que a pesar de las preguntas
de mi madre cuando entraba a mi habitación y me veía “bregando” con el cabello,
o cada mes me preguntaba cuándo me iba “desbaratar”, o conmigo misma sobre si
estaba preparada para asumir una determinación definitiva y hasta dónde
ayudaría a mi búsqueda de la tranquilidad o si por el contrario retrasaría el
proceso.
En
fin, tantas y tantas imágenes pasaron por mi mente que al final cuando estuvo
hecho y me vi frente al espejo supe que había tomado la mejor decisión aunque
no me hubieran quedado perfectas, eran mías, fueron mi logro soñado en
libertad, en amor y respeto por mi ancestralidad.
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La tranquilidad el alma se refleja en tu exterior. foto: Ayda Córdoba |
Cercana
a cumplir el primer año con mis dreads, puedo asegurar que me impulsaron a
seguirme encontrando y reconciliando conmigo misma a través de lo estético.
Igualmente, y creo que es de lo más trascendental, mi alma y yo empezamos a
hablar el mismo idioma; antes ella me hablaba pero entendía poco o entendía
nada de lo que siempre me había estado diciendo sobre mí y el poder interno que
poseo.
Me
and my dreads ha sido un llamado a la conciliación interna, al reencuentro, a
la conexión espiritual, cósmica, divina, ancestral, todo en cada una de ellas que
las defino como los rayos del sol que representa mi cabeza donde se desarrolla
mi mundo.
Hoy
sueño en conjunto, para ellas y para mí. Deseo para ambas una larga vida,
vivida en armonía, en amor, en abundancia, en respeto, en tranquilidad con ausencia
de presencia de fragmentos de felicidad, en resistencia proactiva por supuesto,
pero sobre todo en libertad, esa que pensamos que no poseemos y que tampoco
luchamos por obtener; en la libertad de decidir cómo quiero lucir y en
consecuencia, cómo quiero cumplir mi misión asignada.
En
conclusión, Just me and my dreads, es una suma, una suma de amor que da como
resultado dignidad.
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Ningún estilo de cabello limita nuestra belleza. foto: Cortesía |
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